miércoles, 11 de abril de 2007

Los Puentes de Madison, 1995

Algunas obras de arte no necesitan premios para brillar
Es decir mucho, sobre todo sin haber leído las cartas de Iwo Jima, pero para mi es la mejor de Clint Eastwood como director. Es una historia cuya sinopsis no engancha a nadie. Sin embargo, tras más de 10 años su éxito se debe al boca a boca y a la exquisitez con la que un genio maneja la cámara para narrar emociones. Es el cuento de toda la vida, de los culebrones más casposos, de cornamentas, arrepentimientos y latidos escondidos bajo abrazos de amistad, de manos que se cruzan bajo miradas furtivas, de la fruta que nosotros mismos nos prohibimos sin dejar de desear. Cada segundo de silencio tiene su significado propio en este despliegue de sentimientos. Rendir una lágrima bajo la lluvia del final, tan perfecto como real, es el mejor pago para una cinta que sólo mereció una nominación de la Academia. ¿Quién hubiera abierto la puerta del coche? Meryl Streep, digna de premio, no lo hizo.

4 comentarios:

Juan Rodríguez Millán dijo...

No sé si es la mejor película de Clint Eastwood, entre otras cosas porque tiene mucho y muy bueno donde elegir. Pero siempre la he tenido por una película excelente.

Casi todo es modélico. Pero si hay que destacar algo es el final... Qué final, qué bonito y triste a la vez...

Clint es único. Es capaz de abordar casi todos los géneros con una maestría impresionante.

Anónimo dijo...

Me ha gustado mucho pero odio el final. Como mujer que soy, apuesto por el amor apasionado y eso de quedarse con lo tradicional no me gusta nada. Comprendo que es el final más creíble. Se lo perdono porque por lo demás es un placer de guión

Roi dijo...

El final...

Si la historia fuera al revés... ¿abandonaría a su mujer para irse con su amante?... ¿no sería un cabronazo?.

Sin embargo Meryl Streep interpreta a una mujer encerrada en una vida que no pudo elegir..?? El debate de género desde luego estaría servido...

Anónimo dijo...

Respecto al posible final pues que tienes razón. Si fuese él quizás pensase que era una cabronada, pero en ese caso ese sería el único final que haría más creíble la película.No hace mucho tiempo, por lo menos en este país, eso era lo que pasaba. La mujer en casa y con la pata quebrada, eso es lo que se adoctrinaba y era lo correcto, aguantar y callar. Ahora por lo menos ya no es politicamente correcto y la exigencia de estar en libertad con el otro se hace extensiva a los dos sexos. Por lo menos ya no se admite que los "deslices" sean necesidades perdonables sólo en el caso de los hombres.