Hay veces que uno no sabe muy bien cómo termina viendo una película, y en muchas ocasiones las tentaciones de apagar la pantalla sólo se frenan por ese “bueno… a ver cómo sigue…” Los primeros minutos de esta comedia romanticona americana 100% son insufribles, sólo deseas no volver a hacer caso nunca más a la persona que te convenció para verla. Sin embargo, dentro del guión prefijado de este tipo de cine que sabes de antemano que no te va a sorprender, hay algo original que le da algo de vidilla. Está a años luz de cualquier ciencia médica, y por supuesto del sentido común, pero cómo la peor de las drogas te va enganchando hacia ese final feliz que el director trata de esconder en forma de una tragedia que no se cree ni la niña de E. T. A Adam Sandler habría que matarlo. En resumen, un par de carcajadas bien creadas y un desenlace típico para seguir creyendo que la vida es bonita. Útil para refrescarse un día triste de verano.
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