martes, 29 de enero de 2008

Un Puente Hacia Terabithia, 2007

Inicio tierno, final casposo
Durante los primeros minutos incluso las neuronas más rancias se enganchan a este desenfadado ejercicio de fantasía. Todos queremos columpiarnos en la vieja cuerda para cerrar los ojos y mantener la mente bien abierta. Como una exquisita crema de vainilla la película va resbalando por el paladar mientras alegra una cara que regresa a su tierna infancia. Pero Gabor Csupo, en su Opera Prima, debió pensar que se había pasado con el azúcar y que su crema se estaba haciendo muy empalagosa. El director húngaro decidió ver cualquier película después de comer para atrapar alguna idea menos dulce y convirtió su amable obra en un telefilme americano, de esos que nunca desaparecen, como la verdadera caspa. Una pena. Aún así, recomendable.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Como siempre me sorprendes con tu capacidad para escribir. Estoy totalmente de acuerdo contigo. Nada que añadir.