
Inicio tierno, final casposoDurante los primeros minutos incluso las neuronas más rancias se enganchan a este desenfadado ejercicio de fantasía. Todos queremos columpiarnos en la vieja cuerda para cerrar los ojos y mantener la mente bien abierta. Como una exquisita crema de vainilla la película va resbalando por el paladar mientras alegra una cara que regresa a su tierna infancia. Pero Gabor Csupo, en su Opera Prima, debió pensar que se había pasado con el azúcar y que su crema se estaba haciendo muy empalagosa. El director húngaro decidió ver cualquier película después de comer para atrapar alguna idea menos dulce y convirtió su amable obra en un telefilme americano, de esos que nunca desaparecen, como la verdadera caspa. Una pena. Aún así, recomendable.
1 comentario:
Como siempre me sorprendes con tu capacidad para escribir. Estoy totalmente de acuerdo contigo. Nada que añadir.
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